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El legado tóxico del DDT puede dañar a las nietas de las mujeres expuestas al químico, según un estudio

A truck sprays DDT in 1945 to eliminate mosquitoes on Jones Beach on Long Island.
Un camión rocía DDT en 1945 para eliminar los mosquitos en Jones Beach en Long Island, Nueva York.
(Keystone-France / Gamma-Keystone vía Getty Images)
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Cuando “Silent Spring” de Rachel Carson hizo sonar la alarma sobre el DDT y sus efectos devastadores en aves y peces, nuestra comprensión de cómo este pesticida afectaba a los seres humanos apenas comenzaba. Los productos químicos pueden tardar años en revelar su poder insidioso, por lo que, durante décadas, los científicos han estado reconstruyendo, estudio por estudio, las razones por las que el DDT todavía nos persigue hoy.

Primero fue el cáncer de mama en mujeres que estuvieron expuestas a este químico en las décadas de 1950 y 1960. Luego sus hijas, que habían estado en contacto en el útero. Los investigadores a lo largo de los años también han relacionado la exposición al DDT con la obesidad, los defectos de nacimiento, la reducción de la fertilidad y el cáncer de testículo en los hijos.

Ahora, un equipo de toxicólogos, biólogos moleculares y epidemiólogos de la UC Davis y el Instituto de Salud Pública de Oakland han confirmado por primera vez que las nietas de mujeres que estuvieron expuestas al DDT durante el embarazo también sufren importantes amenazas para la salud: tasas más altas de obesidad y períodos menstruales que comienzan antes de los 11 años.

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Ambos factores, dicen los científicos, pueden poner a estas mujeres jóvenes en mayor riesgo de cáncer de mama, así como de hipertensión arterial, diabetes y otras enfermedades.

“Esta es una prueba más de que, no solo una mujer embarazada y su bebé son vulnerables a los productos químicos a los que está expuesta, sino que también lo es su futuro nieto”, señaló Bárbara Cohn, directora de Estudios de Desarrollo y Salud Infantil del Instituto de Salud Pública, una organización multigeneracional de investigación en California que ha seguido a más de 15.000 mujeres embarazadas y sus familias desde 1959.

“Esto es algo que la gente siempre había pensado que era posible”, indicó, “pero nunca se había realizado un estudio en humanos para respaldar la existencia de ese vínculo”.

Los hallazgos llegan en un momento de renovado interés público en el DDT, un problema que se había metido, en gran parte, en un capítulo de la historia que se estaba desvaneciendo. Las preocupaciones se han intensificado desde que el Times informó, el otoño pasado, que el mayor fabricante de DDT del país arrojó hasta medio millón de barriles de sus desechos en las profundidades del océano.

El pesticida, ahora prohibido, es tan estable que continúa envenenando el medio ambiente y avanzando en la cadena alimentaria. Aún se están acumulando cantidades significativas de compuestos relacionados con el DDT en los delfines del sur de California, y un estudio reciente relacionó la presencia de estos químicos persistentes con un cáncer agresivo en los leones marinos.

En cuanto a los seres humanos, “hay una línea clara en la que se puede rastrear lo que está sucediendo”, señaló Linda Birnbaum, quien, como ex directora del Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental y el Programa Nacional de Toxicología, ha estado siguiendo estos estudios multigeneracionales con gran interés.

“Mucha gente quiere pensar que los problemas con el DDT han desaparecido, porque el Congreso lo prohibió en 1972. Bueno, no es así”, indicó Birnbaum, quien ahora es una académica residente en la Universidad de Duke. “Para cuando las hijas quedaron embarazadas de las nietas, eso fue mucho después de que se prohibió el químico, sin embargo, llevaban consigo las semillas de estos problemas”.

Hace más de 60 años, en el apogeo del DDT, un equipo de científicos tuvo la previsión de comenzar a recolectar muestras de sangre de más de 15.000 mujeres embarazadas en el hospital Kaiser Permanente en Oakland. En cada trimestre, y también poco después del nacimiento, cada mujer proporcionó una muestra que fue estudiada y cuidadosamente archivada.

Los investigadores analizaron la sangre en busca de DDT, dicloro difenil tricloroetano y continuaron haciendo un seguimiento de las evaluaciones de salud. Se mantuvieron en contacto con las hijas de las mujeres, que habían estado expuestas al pesticida en el útero, y luego con sus nietas.

Un avión espolvorea DDT sobre un rebaño de ovejas en Medford, Oregón, en 1948.
Un avión espolvorea DDT sobre un rebaño de ovejas en Medford, Oregón, en 1948. El DDT fue una vez considerado un plaguicida maravilloso.
(Associated Press)

Descubrieron, después de años de investigación, que las mujeres que tuvieron mayor contacto con el DDT durante la infancia tienen cinco veces más probabilidades de desarrollar cáncer de mama, y que la exposición de la madre al DDT durante el embarazo, o inmediatamente después del nacimiento, está relacionada con un mayor riesgo de cáncer de mama para su hija. También es más probable que sus hijas experimenten retrasos para quedar embarazadas.

En este estudio más reciente, publicado el miércoles en la revista Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention, el equipo de investigación encontró que el riesgo de obesidad en las nietas, que ahora tienen entre 20 y 30 años, era dos o tres veces mayor que el de las mujeres cuyas abuelas tenían poco DDT en la sangre durante el embarazo. Estas nietas también tenían el doble de probabilidades de tener períodos menstruales mucho más tempranos, otro indicador de mayores riesgos para la salud en el futuro.

Esta exposición generacional persistente probablemente esté relacionada con el sistema reproductivo, señaló Cohn. Dado que un individuo del sexo femenino nace con todos sus óvulos, técnicamente una nieta también está expuesta al DDT si su madre estuvo expuesta en el útero.

“A pesar de que prohibimos esas cosas hace más de 40 años, las personas que ahora caminan por la Tierra, las nietas de las que estaban embarazadas, estuvieron expuestas”, señaló Cohn. Se pregunta si las crecientes tasas de cáncer infantil, diabetes y otros problemas de salud que afectan a los jóvenes de hoy en día también están relacionados de alguna manera con estas sustancias químicas del pasado. “Es el significado completo de lo que sería una ‘sustancia química permanente’; de alguna manera, lo que hace que cada químico sea potencialmente ‘eterno’, si tiene la capacidad de hacer esto”.

Bruce Blumberg, profesor de biología celular y del desarrollo en UC Irvine, todavía recuerda los camiones que solían rociar cantidades masivas de DDT en granjas y vecindarios. En el supermercado donde trabajaba cuando era niño, los nebulizadores entraban al final de cada día.

“Todo el mercado estaba lleno de una niebla de DDT”, comentó Blumberg, quien también enseña ciencias farmacéuticas. “La industria quería que creyeras que los productos químicos no tienen ningún efecto, porque las dosis son demasiado bajas, así que todos eran unos locos alarmistas”.

Blumberg ahora se especializa en estudiar cómo los químicos en el medio ambiente pueden afectar nuestros genes y predisponer a las personas a la obesidad, que afecta aproximadamente al 42% de los estadounidenses en la actualidad. Realiza experimentos de laboratorio en ratones para responder a las muchas preguntas que los científicos no han podido probar en humanos.

Es por eso que el estudio multigeneracional del Área de la Bahía, al que no está afiliado, es tan importante, dijo. Proporciona datos de observación humana muy necesarios que son increíblemente difíciles de conseguir, quizá incluso más difíciles de mantener.

“Si tenemos suerte, ese conjunto [de mujeres del Área de la Bahía] continuará durante cuatro, cinco, seis generaciones”, dijo, “y realmente aprenderemos algo sobre los efectos de lo que sucedió en el pasado”.

Akilah Shahid expresó que estaba sorprendida, pero fascinada, al saber que estaba en la tercera generación de un importante estudio sobre cómo los químicos en el medio ambiente podrían estar afectando a las mujeres.

Shahid, quien se especializó en biología en Mills College, dijo que todo encajó para ella cuando profundizó en la investigación. Su familia no ha sido ajena a los problemas de salud. Su abuela ha luchado contra el cáncer tres veces.

“Siento que, por un tiempo, el cáncer salió de la nada”, comentó. “No sabes quién lo va a contraer y ahora tenemos una razón”.

Photo of Akilah Shahid, a third-generation participant in the Public Health Institute research program.
Akilah Shahid es una participante de tercera generación en el programa de investigación de Estudios de Salud y Desarrollo Infantil del Instituto de Salud Pública.
(Courtesy of Liv Schultheis)

Shahid, ahora de 30 años, hace mucho ejercicio. Intenta comer bien. Le da poder saber que su peso no es completamente culpa suya y que solo ciertos aspectos están bajo su control.

El DDT ya no está permitido, pero no puede evitar preguntarse acerca de todos los demás productos químicos que aún prevalecen en la actualidad: bisfenol A (BPA), sustancias per y polifluoroalquilo (PFAS) y otros compuestos fabricados que parecen no desaparecer. Evite las botellas de agua de plástico y trate de ser consciente de cómo sus decisiones y acciones en este momento podrían exponer a sus futuros nietos a una enfermedad desconocida.

“¿Cuántas veces hemos hablado sobre el cambio climático y las cosas que debemos mejorar para nuestros hijos y nietos? Esta es una prueba más de que lo que hacemos hoy va a afectar a las personas en el futuro”, manifestó.

“Espero que esta sea una llamada de atención para mucha gente, porque estamos hablando de salvar el medio ambiente nuevamente, hoy, para las generaciones futuras”.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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