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Los trabajadores agrícolas se enfrentan al riesgo del coronavirus: ‘No se puede recoger fresas por Zoom’

Shelter-in-place orders in California exempt farmworkers as essential employees. But many are undocumented, lack health insurance and don’t qualify for unemployment insurance, placing them in a vulnerable position.

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Antes de salir con su equipo de trabajadores agrícolas, el líder del campo Carlos García se puso una camisa azul abotonada, una chaqueta, jeans y botas de trabajo. Se lavó las manos antes de deslizar unos guantes sobre ellas.

También se lavó las manos cuando llegó al huerto de naranjos cerca de Visalia, en el Valle de San Joaquín, donde los recolectores llenaron casi 100 contenedores con naranjas Cara Cara, en una mañana soleada reciente. Se lavó las manos antes y después de usar el baño; se lavó las manos antes de abandonar el rancho.

Cuando llegó a casa, entró por el garaje, se quitó la ropa y la arrojó a la lavadora antes de meterse en la ducha. Era el nuevo régimen en su vida a medida que él y miles de otros trabajadores agrícolas de California, muchos de ellos inmigrantes, se adaptan a la era del coronavirus.

A pesar de tener 73 años de edad y sufrir de diabetes, García no puede dejar de trabajar. Su empleador no dijo nada sobre el virus a los obreros, ni les proporcionó equipos de protección adicional ni estaciones extra para el lavado de manos, comentó. A él le preocupa contagiarse y pasárselo a sus cinco hijos y 12 nietos, quienes están constantemente en su casa.

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Farmworker Carlos Garcia
Carlos García, de 73 años, es extremadamente cauteloso en medio de la pandemia de coronavirus, debido a su edad y al hecho de que padece diabetes. Ahora usa mangas largas y guantes en todo momento.
(Tomas Ovalle / For the Times)

“Nunca se le presta atención al campesino”, remarcó. “Dios nos bendice. No podemos hacer nada más. Nadie quiere morir”.

Más de un tercio de las verduras del país y dos tercios de sus frutas y nueces se cultivan en California. Las órdenes de permanecer en el hogar para quienes residen en California eximen a los trabajadores agrícolas por considerarlos empleados esenciales. Pero muchos de ellos son indocumentados, carecen de seguro médico y no califican para el seguro de desempleo o la ayuda federal por el COVID-19, lo cual coloca a esta fuerza laboral del estado -estimada en unas 420.000 personas- en una posición vulnerable.

El sindicato United Farm Workers pidió a los empleadores agrícolas que protejan a sus trabajadores del coronavirus y extiendan la licencia por enfermedad, eliminen los períodos de espera para la elegibilidad del pago por licencia de enfermedad, aumenten la limpieza de superficies frecuentemente tocadas y brinden asistencia con el cuidado de niños en medio del cierre de las escuelas.

Algunos empleadores emitieron tarjetas de identificación o cartas para que los trabajadores muestren a las fuerzas del orden si son detenidos camino a algún lugar de trabajo. Otros tomaron medidas adicionales, que incluyen pausas escalonadas para el almuerzo en pos de alentar la separación social, asignar trabajadores en hileras separadas de cultivos, suministrar estaciones de lavado de manos adicionales y ampliar la licencia por enfermedad más allá de los tres días establecidos por el estado.

A Lucas Zucker, director de políticas y comunicaciones del grupo activista de los trabajadores Central Coast Alliance United for a Sustainable Economy, le preocupa que esas directivas no lleguen a cada obrero agrícola, especialmente en grandes empresas donde hay miles de empleados.

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Farmworkers are briefed while sitting six feet apart
Excelsior Farming, en Hanford, realiza una presentación para los empleados sobre los protocolos de seguridad durante la pandemia de coronavirus.
(Tomas Ovalle / For the Times)
Hands being washed
Carlos García se lava las manos en un huerto de naranjos cerca de Reedley, en el Valle de San Joaquín. Lo que más le preocupa es infectar a uno de sus nietos, si contrajera el virus.
(Tomas Ovalle / For the Times)

“Hay algunos desafíos inherentes en la industria agrícola, que durante estos desastres se magnifican realmente”, comentó. “Las capas de contratación y subcontratación. Los mensajes se pierden en el camino. Parece que las directivas de seguridad se están fortaleciendo desde la cima, pero cuando llegan a los trabajadores en el campo es como un juego de teléfono descompuesto”.

Para los trabajadores de la costa central, señaló Zucker, este es el peor momento posible para enfrentar una crisis de salud. A medida que aumente la temporada alta de fresas, el próximo mes, el pago cambia de una tarifa por hora a una por pieza, explicó. Los recolectores tienen incentivos para trabajar duro y rápido, a veces a costa de su propia salud. Pasar 20 segundos lavándose las manos puede parecerles una eternidad. “No se pueden recoger fresas por Zoom”, apuntó.

Los requisitos de distanciamiento han complicado especialmente el brindar información sobre el coronavirus a los trabajadores que hablan lenguas indígenas. A mediados de marzo, los residentes comenzaron a preguntar a los defensores del Proyecto de Organización Comunitaria Mixteco/Indígena, en Oxnard, por qué los estantes de los supermercados estaban repentinamente vacíos y por qué los mercados más pequeños vendían paquetes de agua embotellada, que normalmente cuestan $3, a $13.

A man picks oranges
Crescenciano Calleja recoge naranjas en un huerto cerca de Reedley en el Valle de San Joaquín.
(Tomas Ovalle / For the Times)

Según la directora asociada Genevieve Flores-Haro, la organización sin fines de lucro respondió obteniendo información del sitio web de los CDC, la tradujo a mixteco, zapoteco y purepecha y grabó anuncios de seguridad pública, que se emitieron en la estación de radio de MICOP: Radio Indígena 94.1 FM.

Los anuncios, que duran 15 minutos y se escuchan varias veces al día, explican los conceptos básicos sobre el virus, las instrucciones sobre el lavado adecuado de las manos y cómo vigilar e informar sobre los precios abusivos de artículos, como el agua embotellada. Alrededor de 3.000 personas escuchan la estación cada día, comentó.

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Según Flores-Haro, las traducciones fueron cruciales porque esas lenguas dependen en gran medida del contexto. A diferencia del español, por ejemplo, no existe la palabra ‘virus’ en mixteco, por lo cual la enfermedad debe describirse en detalle. Alrededor de la mitad de los trabajadores agrícolas entre Oxnard y Watsonville son indígenas, detalló.

Farmworkers walk to their cars
Los hermanos Calleja se retiran al finalizar la jornada de trabajo en un huerto de naranjos cerca de Reedley, en el Valle de San Joaquín.
(Tomas Ovalle / For the Times)

Los trabajadores agrícolas en California ganan $26.000 por año, en promedio, según la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. Muchas familias comparten una casa con otras y conducen al trabajo en vehículos llenos de gente, lo cual dificulta el distanciamiento social. Los problemas de salud, incluidos el asma y la diabetes, son comunes entre ellos, remarcó Flores-Haro. Su objetivo es asegurarse de que no queden expuestos en esta situación.

“Estas inequidades con las que viven nuestras familias siempre han estado ahí”, dijo. “Pero cuando suceden cosas como los incendios forestales, o como una pandemia global, uno realmente puede ver esas disparidades al descubierto”.

La mayor preocupación de Lucy Cruz López en medio de esta crisis sanitaria es llegar a fin de mes. Ella ha trabajado para la misma granja de fresas, en Oxnard, durante 13 años.

Mientras está en su empleo, su hija de 16 años cuida de sus tres hijos menores. Viven a una hora a pie de la escuela, demasiado lejos para tomar los almuerzos gratuitos que se ofrecen allí de lunes a viernes.

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Presionada por el pánico colectivo ante el virus, Cruz López gastó los $200 que tenía ahorrados en alimentos adicionales. Ahora le preocupa pagar su renta, de $1.500.

A farmworker washes her hands at an orange orchard in Visalia.
Una trabajadora agrícola se lava las manos en un huerto de naranjos en Visalia.
(Tomas Ovalle / For the Times)

Cuando se trata de su salud, Cruz López hace todo lo posible para protegerse. En su tiempo libre, ella y los niños no salen de su apartamento de una habitación, excepto para comprar víveres. Se mantiene informada a través de los defensores de CAUSE y comparte las noticias con amigos y vecinos que hablan zapoteco natal pero que no entienden el español con fluidez, como ella.

Sin embargo, con el distanciamiento social total no le resulta posible. No sabe conducir, por lo cual depende de su cuñada para ir a trabajar.

Cruz López relató que su empleador no ha mencionado el virus. En un día nublado la semana pasada, recogía fresas mientras una popular canción de bachata de Romeo Santos se escuchaba desde un altavoz. Algunos trabajadores estaban separados por varias filas. Pero un hombre con guantes de látex azules estaba en la fila justo al lado de ella. “Dicen que el virus proviene del aire que respiras”, comentó. “Pero tengo que trabajar”.

Algunos productores tomaron medidas proactivas y creativas para apoyar a sus empleados. Desde principios de marzo, la copropietaria de Brokaw Ranch y Nursery, Ellen Brokaw, ha participado en reuniones semanales de videoconferencia con otros actores de la industria agrícola de la costa central para crear estrategias con mejores prácticas durante la pandemia. El grupo incluye a cuatro agricultores, dos defensores de los trabajadores agrícolas, el comisionado agrícola local, el presidente del buró agrícola local, un abogado de la Junta de Relaciones Laborales Agrícolas y dos empleados del programa de recursos para trabajadores agrícolas del condado de Ventura.

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Brokaw estimó que el punto crucial es que los empleadores se comuniquen de manera rápida y con frecuencia, para asegurarse de que los trabajadores tengan información actualizada y creíble. “Lo más difícil quizá para todos en esto es que no tenemos idea de cuánto tiempo va a durar”, observó. “Debemos prepararnos para un largo recorrido, y esperar que no sea así”.

Con la temporada de cerezas aún a un mes de distancia, los líderes de Warmerdam Packing, en Hanford, que cultiva y empaca ciruelas, kiwis y cerezas, están ideando planes de seguridad para el coronavirus antes de pasar de supervisar de 100 trabajadores a 1.000. Comenzaron contratando a un especialista temporal en evaluación de riesgos de enfermedades infecciosas y desplegando capacitación adicional. Ahora analizan cómo reducir las líneas de empaquetado, que generalmente cuentan con 100 personas por turno, comentó la gerente de recursos humanos, Natalie Martínez.

En Reiter Affiliated Companies, el mayor productor de bayas del mundo y proveedor líder de Driscoll’s, el presidente ejecutivo, Héctor Luján, mantiene llamadas diarias con un equipo de gestión de crisis desde hace un mes. La compañía está desarrollando kits para llevar a casa que incluyen papel higiénico, artículos de limpieza, desinfectante para manos y jabón, para que los trabajadores no se preocupen por encontrar esos artículos en las tiendas, comentó.

Los empleados recibieron tarjetas impresas que los identifican como trabajadores esenciales, agregó Luján. Los gerentes han comenzado a identificar a las personas con graves riesgos para la salud y a recomendarles que se queden en casa. Ampliaron también la licencia por enfermedad remunerada, de tres días a 10. La compañía redujo el copago de $5 para que los trabajadores visiten su clínica de atención médica.

Luján dijo que su prioridad es que los trabajadores estén saludables y mantener la estabilidad de la industria. “Hoy son esenciales para el suministro de alimentos. Siempre lo han sido, pero ahora hay un nuevo nivel de importancia en ellos”, consideró. “Si las personas ya pelean por el papel higiénico, imaginemos si tuvieran que pelear por la comida”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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