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Acosados por la ansiedad, con pobre desempeño en clase y a la deriva: así es la mitad del semestre para muchos estudiantes de L.A.

A teacher puts a laminated sign that says Friendship Friday on her classroom door
La maestra de segundo grado Christy Timmons en su aula de Joaquin Miller Elementary School, en Burbank.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

Durante la pandemia de COVID-19, los maestros están siendo probados como nunca antes. Muchos estudiantes están a la deriva, luchando con la ansiedad y están plagados de malas conexiones a Internet.

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Todos los días, casi todos los estudiantes de Nicolle Fefferman ingresan a sus aulas virtuales en John Marshall High School, en Los Feliz. Un número significativo no enciende sus cámaras. Muchos no responden cuando hace preguntas y no entregan las tareas que asigna sin conexión.

Cuando la maestra de historia emitió sus informes de progreso de 10 semanas, casi un tercio de sus estudiantes habían reprobado. “Tengo casi el 100% de asistencia. Pero eso no significa necesariamente una participación del 100%”, comentó la docente. “Están presentes, pero no necesariamente son activos en las clases”.

Es mitad de semestre y, dentro de sus aulas virtuales, tanto los maestros como los alumnos están siendo puestos a prueba en formas que manifiestan los desafíos agotadores que enfrentan los docentes para mantener a los estudiantes comprometidos, la creciente ansiedad y presión que sienten muchos alumnos, y los obstinados restos de la brecha digital, que sigue poniendo trabas al aprendizaje. Las entrevistas con una diversidad de docentes en todo el condado de Los Ángeles ofrecen instantáneas detalladas detrás de las pantallas de computadora individuales, en el marco del aprendizaje a distancia.

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En todo California, el año escolar comenzó con la esperanza de que la escolarización virtual mejoraría enormemente durante la primavera pasada, cuando los campus cerraron repentinamente y los educadores debieron improvisar la enseñanza en línea. En el condado de Los Ángeles, probablemente falten meses para reaperturas completas de escuelas, a medida que los números del COVID-19 languidecen en el Nivel 1, o “púrpura”, el más restrictivo del estado.

Los maestros coinciden en que se han logrado avances importantes para alcanzar a más y educar mejor a los estudiantes desde lejos. Los horarios son más rigurosos y las computadoras y los accesos a Wifi crecen ampliamente, esfuerzos que han aumentado la asistencia. Además, muchos afirman que entienden mejor cómo usar la tecnología en su beneficio. Los profesores también remarcan que, frente a la adversidad, se están uniendo con sus estudiantes como nunca antes.

Sin embargo, educadores desde Burbank hasta Wilmington remarcan que quedan obstáculos importantes por sortear. En el centro de sus preocupaciones está la pugna por equilibrar su instinto de exigir más a los estudiantes, versus los sentimientos de compasión que estos les inspiran, enfrentados a dificultades sin precedentes.

“Me cuesta ser un buen maestro, y no me siento bien con ello”, resaltó Omar Ramírez, maestro de historia, economía y gobierno en Grant College Prep y Digital Arts Magnet High School, en Van Nuys. “Las cosas que sé que funcionan, que realmente entusiasman a los alumnos, no puedo hacerlas. Así que estoy tratando de averiguar qué puedo hacer para que este proceso de aprendizaje a distancia marche hacia adelante”.

Desde el inicio del nuevo año escolar, Ramírez ha utilizado sus períodos de asesoramiento para comprender mejor los desafíos de sus estudiantes. Por lo general, comienza la clase preguntándoles cómo se sienten. Durante semanas, dijeron que estaban bien. Pero el mes pasado “todo cambió”.

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Ago. 26, 2020

Los alumnos describieron su agotamiento, su incapacidad de desconectarse de la escuela. Algunos hablaron de los dolores de cabeza que sufren por el tiempo que pasan frente a la pantalla. Después de las sesiones en vivo, su dedicación a sus estudios los mueve a permanecer en línea trabajando en las asignaciones, a veces durante varias horas más.

Ramírez se dio cuenta de que está entre los profesores que asignan más tareas de lo habitual. ¿La razón? No quiere que sus alumnos se queden atrás. Esa exigencia, reconoció, no proviene de la administración sino porque pasa menos horas con los estudiantes y le lleva más tiempo cubrir el material previsto. “Creo que es una lucha que muchos maestros sienten”, agregó Ramírez. “Somos meticulosos, planificamos todos los días, planeamos las unidades. Y tenemos una idea de cuánto tiempo van a tomar las cosas... Eso se ha ido por la borda ahora”.

Las respuestas de sus alumnos lo obligaron a detenerse para considerar cuál es la mejor manera de avanzar.

“Cuando compartieron que sienten que el aprendizaje a distancia perjudica sus calificaciones, me rompió un poco el corazón. Porque eso no debería ocurrir”, reflexionó. “No es culpa de ellos”.

Según Michael Gearin, profesor de historia de EE.UU de octavo grado en Harry Bridges Span School, en Wilmington, muchos de sus colegas expresan temor de estar siendo demasiado permisivos con los estudiantes durante este tiempo; les preocupa que ello pueda enviar el mensaje erróneo de que no hace falta hacer el trabajo.

Pero la disposición de Gearin es hacia la indulgencia. Cuando les envía mensajes a los alumnos que parecen particularmente retraídos, muchos le cuentan su falta de motivación; algunos reconocen que se sienten deprimidos. El docente refirió a algunos chicos al consejero escolar y solo puso malas calificaciones para tres de sus 160 estudiantes este otoño: aquellos que no entregaron ningún trabajo. “No creo que una boleta de calificaciones llena de fallas les permita recuperarse rápido”, expuso. “La forma en que se lo digo a mis colegas es: ‘¿Alguna vez tomaste seis clases en línea al mismo tiempo cuando tenías 13 o 14 años?’ De allí proviene esa suerte de gracia que les estoy dando”.

A teacher sits in front of multiple computer screens in his garage, where he's set up a small classroom space
Michael Gearin, maestro de octavo grado en la escuela Harry Bridges Span School, en Wilmington, enseña desde su garaje en Long Beach.
(Luis Sinco / Los Angeles Times)

Empatía por las necesidades socioemocionales

Sharonne Hapuarachy, quien enseña inglés en Dorsey High School, en Baldwin Hills, constantemente llama a los padres y rastrea a los estudiantes para asegurarse de que asistan a sus clases, y ese trabajo ha valido la pena. En la primavera, aproximadamente la mitad de sus alumnos dejaron de iniciar sesión en clase por completo. Este semestre, cerca del 25% de los alumnos de 11° y 12° grado no se registran en clase en un día común. “A quienes siguen las clases constantemente les está yendo muy bien”, comentó la docente.

Pero ahora, más de sus alumnos deben trabajar para ayudar económicamente a sus familias, y algunos faltaron a clases porque sus familiares se enfermaron de COVID-19. A la maestra le cuentan sobre su ansiedad, una baja en la motivación y, a menudo, la sensación de estar abrumados.

En una encuesta realizada el mes pasado a 800 padres de California, del grupo de investigación y defensa Education Trust-West, el 67% de quienes respondieron afirmaron que sus hijos estaban bajo más estrés de lo habitual.

Durante su clase de asesoramiento quincenal, Hapuarachy comenzó a incorporar lecciones sobre atención plena, respiración profunda y meditación. “Les pregunto: ‘¿Esto es útil? ¿Es muy raro?’ Y responden que se sienten mucho más tranquilos y que desearían hacerlo por más tiempo”, indicó la profesora.

Para Christy Timmons, maestra de segundo grado en Joaquin Miller Elementary School, en Burbank, los aspectos socioemocionales también se han vuelto cruciales. Comienza cada día preguntando a los pequeños cómo les va, y ellos responden con un pulgar hacia arriba o hacia abajo. “Veo que algunos están bajando el pulgar”, les dice. “¿Alguien quiere compartir lo que le está pasando?”.

Una vez que se abre esa puerta, más estudiantes comienzan a hablar sobre lo que los entristece; a menudo simplemente extrañan a sus amigos. “¿Quién más extraña a sus amigos?”, pregunta entonces Timmons. Se levantan más manos. Recientemente, muchos estaban molestos porque Halloween no sería lo mismo este año.

“Es muy importante darles la validación de que está bien estar triste, especialmente ahora”, explicó la maestra. “Pero también para recordarles que, pase lo que pase, siempre nos apoyaremos el uno al otro, aunque no estemos físicamente en una clase”.

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Fatiga de Zoom y problemas con internet

Muchos maestros también informaron que después de comenzar el año escolar altamente comprometidos y entusiastas, algunos estudiantes comenzaron a decaer ahora; entregan menos tareas o no se conectan en absoluto: “fatiga de Zoom”, le responden.

Timmons notó que ahora hay más cámaras apagadas en comparación con el comienzo del año escolar y que es menos probable que los alumnos participen en grupos pequeños, su principal estrategia para mantenerlos alerta.

Cuando todos sus estudiantes están en línea juntos, a menudo “se desconectan después de cinco o 10 minutos, y puedo ver que se han ido”, comentó Timmons.

Melina Anthony, maestra de jardín de infantes en Fries Avenue Elementary, en Wilmington, pasa más tiempo cara a cara con sus alumnos que los 90 minutos requeridos la mayoría de los días, porque cree que los niños se benefician de la interacción en vivo.

Aún así, es un equilibrio difícil y sus alumnos a menudo se agotan a medida que avanza el día. “Muchos de ellos tienen rabietas después del almuerzo. Y se puede ver a los pobrecillos, y al mismo tiempo a sus padres tratando de calmar las cosas”, comentó.

En todo el condado, los maestros informaron que las lecciones que normalmente tomarían un día ahora a menudo toman varias jornadas, en parte porque los docentes disponen de menos tiempo con sus estudiantes. Muchos también relataron que el acceso a internet sigue siendo un obstáculo diario.

Gearin, el maestro de historia de octavo grado, destacó que a nueve semanas del inicio del año escolar, su clase está “realmente en la semana cuatro o cinco”. “Solo me reúno con ellos dos o tres veces por semana”, expuso. “Es difícil para mí medir cuánto están aprendiendo en comparación con otros años”.

Stephen Yardley, docente de segundo grado en 61st Street Elementary School, en el sur de Los Ángeles, a menudo ve que los estudiantes levantan la mano para hacer una pregunta y luego desaparecen repentinamente de la pantalla. “Todos los días observo cómo algunos alumnos pierden una conexión, tres, cuatro o cinco veces por clase”, precisó.

En todo el estado, el Public Policy Institute of California descubrió recientemente que muchas familias aún informan dificultades con el acceso confiable a internet. La disparidad es particularmente marcada entre los alumnos latinos y de bajos ingresos: más del 30% de ellos todavía no tienen acceso confiable a internet en el hogar, junto con casi el 40% de los estudiantes de bajos ingresos, según el análisis de datos del censo realizado por la entidad sin fines de lucro.

Los funcionarios del Condado han dicho que la gran mayoría de los estudiantes tienen ahora acceso a computadoras y conexiones Wifi. El Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles remarcó que tienen suficientes computadoras y puntos de acceso, con suficiente ancho de banda para cada estudiante que los necesite.

Para Gearin, sus estudiantes perseveran a pesar de las conexiones poco confiables. “La idea de que les cuesta tanto permanecer en la clase y seguir aprendiendo, y que pese a ello lo hacen, es un testimonio de lo mucho que quieren aprender y que les vaya bien”, resaltó.

El reportero de The Times Howard Blume contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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