Anuncio

Para Trump, la violencia en México es una amenaza al norte de la frontera; sin embargo, EE.UU. la incita de varias maneras

Share

El presidente Trump tuiteó acerca de la creciente violencia de México, y afirmó a finales de julio, que Estados Unidos debe reforzar su seguridad fronteriza en respuesta a ello.

Así, hizo referencia a nuevos datos que muestran que hubo un récord de 31,174 homicidios en el país vecino en 2017, un aumento del 27% respecto al año anterior.

Los funcionarios estadounidenses del orden sostienen que no hay evidencia de que la violencia en México esté afectando la seguridad al norte de la frontera. Un informe de la Agencia Antidrogas, de 2017, descubrió que “aunque los asesinatos relacionados con los narcóticos han alcanzado proporciones epidémicas en México en los últimos años, este fenómeno no se ha traducido en una violencia indirecta en Estados Unidos”.

Anuncio

Según estadísticas federales del delito, las comunidades fronterizas como San Diego y El Paso están entre las ciudades más seguras de EE.UU.

Aún así, la tasa en México de 25 homicidios por cada 100,000 habitantes es más alta que en cualquier otro momento de la historia moderna de esa nación. Aunque es menor que el promedio en El Salvador -que registró 60 homicidios por cada 100,000 individuos en 2017-, supera con creces la tasa en Estados Unidos, donde hay cinco asesinatos por cada 100,000 personas.

Si bien el país ha realizado reformas significativas en su sistema de justicia penal durante la última década, la policía mal capacitada y la corrupción crónica del gobierno contribuyen a la impunidad generalizada de los delincuentes. Aproximadamente cuatro de cada cinco casos de homicidios en México quedan sin resolver.

Aunque los factores interiores de ese país alimentan gran parte de la violencia, Estados Unidos también ayuda a impulsar las crecientes tasas de asesinatos al otro lado de la frontera.

Armas estadounidenses

Solo hay un lugar para comprar armas legalmente en todo México: una tienda fuertemente vigilada, en una base militar de Ciudad de México.

Demora meses solicitar un permiso para armas de fuego, y los compradores están limitados a adquirir solo una por persona. ¿Cómo es entonces que México, que tiene algunas de las leyes de armas más estrictas del mundo, también tiene las tasas más elevadas a nivel internacional de muertes relacionadas con armas de fuego? La respuesta reside al norte de la frontera.

Un promedio de 253,000 armas compradas en Estados Unidos se contrabandean a México cada año, según un estudio del Instituto Transfronterizo de la Universidad de San Diego y el Instituto Igarapé, con sede en Brasil.

Esas armas, que a menudo se adquieren legalmente en EE.UU., impulsan directamente la violencia en México. Alrededor del 70% de las armas que las autoridades mexicanas recuperaron entre 2011 y 2016, habían sido compradas originalmente a comerciantes de armas legales en Estados Unidos, según la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de este país.

Apetitos estadounidenses

Otro motivo de inquietud en México es el creciente apetito por los opiáceos en Estados Unidos. El aumento de la producción de amapolas y el fentanilo, un medicamento sintético, desencadenaron guerras territoriales en estados como Michoacán y Guerrero, según los expertos.

Mientras que algunos exmandatarios estadounidenses, como George W. Bush y Barack Obama, reconocieron el papel que la demanda de drogas en este país juega en el incremento de la violencia en México, el presidente Trump se queja de que México “envía” drogas a través de la frontera.

Su administración adoptó un enfoque generalmente punitivo para reducir el consumo de estupefacientes, aumentando las penas para los usuarios y distribuidores, y derogando las disposiciones de la Ley de Cuidados de Salud Asequibles que permite a los adictos acceder a tratamientos médicos para esa condición.

El enfoque de Estados Unidos sobre el cultivo de drogas en México también ha sido punitivo, con la financiación de iniciativas de erradicación en todo el país. Sin embargo, dichos esfuerzos no triunfaron en gran medida porque los productores de drogas tienden a vivir en áreas rurales empobrecidas, donde el acceso a otros tipos de trabajo es limitado. Como resultado, incluso cuando los cultivos de marihuana o amapola son destruidos, los agricultores replantan apenas pueden.

Estrategia estadounidense

Durante más de una década, EE.UU. estuvo intrincadamente involucrado en la lucha de México contra los narcotraficantes.

En el marco de la Iniciativa Mérida, una asociación bilateral forjada en 2007, Estados Unidos invierte alrededor de $100 millones anuales para ayudar a entrenar a la policía, estimular mejoras en cárceles y prisiones, y financiar otros programas.

Los funcionarios estadounidenses encargados del orden también se han involucrado en definir la estrategia de los “jefes narco” de México, que apunta a los poderosos líderes de los cárteles. A menudo con la ayuda de la inteligencia estadounidense, México ayudó a derribar, uno por uno, a líderes como Joaquín “El Chapo” Guzmán, el famoso cabecilla del poderoso cártel de Sinaloa.

Pero muchos creen que la estrategia ha tenido el efecto involuntario de provocar más violencia. Sacar a los líderes de los grupos de poder “solo empeora las cosas, porque genera constantemente luchas por la sucesión y alienta nuevas guerras territoriales”, escribió la académica Vanda Felbab-Brown en un informe reciente realizado para el grupo de expertos Brookings Institution.

El arresto y la extradición de Guzmán a EE.UU. generaron caos en su cártel, y sangrientas batallas se desataron por el control en diferentes estados de México. También creó una apertura para una nueva banda de narcotraficantes en ascenso: el brutal cártel de Jalisco Nueva Generación.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio