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OPINIÓN: Una amistad riesgosa para México

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El presidente mexicano ha hecho de su relación con Donald Trump, uno de los pilares de su gobierno, lo ha dicho con toda claridad, no va a pelearse con él y en la práctica lo ha demostrado una y otra vez. A pesar de lo que dijo cuando era candidato, en el sentido de que no se prestaría a hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos y detener en México a los migrantes centroamericanos en tránsito hacia el vecino del norte, con tan sólo un mensaje de tuit pasó, casi de un día para otro, a hacer lo contrario.

Es quizá una de sus estrategias en la que ha sido más consistente. No obstante que como candidato hizo un libro crítico de Trump, como presidente no ha emitido una sola declaración mínimamente crítica, aún cuando era difícil no hacerlo y no hubiera tenido ninguna consecuencia. Sólo por dignidad.

Ese cambio de candidato a presidente si acaso es apenas comparable al que tuvo con los empresarios a quienes criticaba y calificaba negativamente y súbitamente se convirtieron en sus frecuentes compañeros de mesa de comidas en Palacio Nacional. Veremos cuánto dura, ya hay tensiones en esa relación.

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Históricamente, consciente de la asimetría, México ha sido muy cuidadoso en su relación con Estados Unidos. En el marco de un doble lenguaje, se mantenía distancia, pero se otorgaba al gobierno estadounidense en turno, por debajo de la mesa, todo lo que pedía.

La diferencia central en la administración de AMLO es que ahora la subordinación es explícita, formal y hasta de buen grado. El presidente mexicano se dirige al estadounidense como subordinado y se pone muy contento cuando el presidente estadounidense lo elogia. Como si fuera el empleado del mes.

AMLO y Trump tienen muchas razones en común para ser amigos. Ambos ven a las sociedades que gobiernan de manera dicotómica, ricos y pobres, amigos y enemigos, leales y traidores, no hay puntos medios, ni pluralidad. Ninguno acepta que se equivocó en algo. Los dos rechazan a los organismos internacionales, ambos creen que están haciendo un excelente trabajo y que al país le va, gracias a ellos, muy bien. Perfecto diría Trump y “requetebién” el presidente mexicano.

Ambos ven al sector crítico de los medios de comunicación como un instrumento de sus enemigos, los dos culpan de todo lo que está mal en el país a los gobiernos anteriores y ven a los partidos de oposición como un estorbo. Suponen que el “pueblo” está feliz, feliz con ellos, pero algunos no lo quieren reconocer. En fin, sería largo enumerar todas las coincidencias. Una gran diferencia entre ellos es que Trump tiene contrapesos y AMLO no.

Recientemente, la negociación con la OPEP para reducir la producción mundial de petróleo, en el marco de la crisis sanitaria del coronavirus, fue el escenario de otra expresión de la buena relación entre ambos presidentes. Se intercambiaron llamadas, elogios, sonrisas y se prometieron cosas, -aunque algunas no las conocemos aún-. ¿Es esta amistad y cercanía buena para México?

De entrada y por lo menos, es muy riesgosa, no pensemos que los halagos de Trump hacia AMLO representan algo o serán duraderos. El presidente estadounidense ha dicho lo mismo o más de muchos presidentes con quienes después se ha peleado. Francia, Canadá, Rusia, China, Corea del Norte son algunos ejemplos. En algún momento, todos los jefes del ejecutivo en esos países han sido unas “grandes personas” y han realizado un “gran trabajo”. Incluso China en boca de Trump, al inicio de la pandemia era calificada muy positivamente y hoy casi los acusa de haber creado exprofeso el virus para hacerle daño a Estados Unidos. Los halagos de hoy pueden ser ataques mañana.

La gran diferencia es que los países mencionados mantuvieron su distancia y nunca declararon que no se querían pelear con Trump, nunca bajaron los brazos. Ese es un mal mensaje para alguien con la personalidad del poderoso presidente.

México no ha construido una retirada de la amistad, cuando ese momento llegue, que lo mantenga en posición de dignidad. Si, como yo creo que pasará tarde o temprano, tan pronto como en la próxima campaña electoral, Trump empezará a atacar a México, daría la impresión de que el gobierno mexicano no tendría como replegarse dignamente, porque se entregó sin más al presidente estadounidense y dijo que no se pelearía con él. ¿Qué necesidad?

Sin embargo, el riesgo más grande de esa amistad reside en que si Trump no se reelige en el proceso electoral que se dará en unos cuantos meses. Los demócratas que tienen una oportunidad real de ganar las próximas elecciones, no olvidan aún que México, en aquella triste invitación del gobierno de Peña Nieto, le dio a Trump la plataforma desde la cual se vio “presidenciable”.

Si Trump no gana, el gobierno de AMLO será el amigo del candidato derrotado y aunque se recupere la relación formal, muchas puertas que México necesita tardarán en abrirse y nos hablaremos “de lejitos”. No se trata, para no confundirnos, de la relación con México o con los mexicanos, sino de la relación entre sus gobiernos. Son dos cosas muy diferentes.

No sé que ganamos siendo tan amigos de Trump pero sí sé lo que estamos arriesgando con esa amistad.

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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